viernes, 30 de diciembre de 2011

El don del perdón

Perdonar “de verdad” no es fácil; para muchos es un proceso que dura años y para otros toda la vida.  Solamente con la ayuda de Señor y “con la fuerza interior que nos da el Espíritu Santo” podemos perdonar.  Sólo el Espíritu Santo puede cambiarnos el corazón, transformar nuestro corazón: les arrancaré de su cuerpo el  corazón de piedra y les daré un corazón de carne.    Ez 36.26

Tener un “corazón de piedra” significa por ejemplo, no poder perdonar ni aceptar ninguna disculpa del hermano que nos ha ofendido, o que se “supone” que nos ofendió, o que la susceptibilidad hace que nos sintamos ofendidos por cualquier motivo, inclusive sea un hecho de poca importancia, dicho en lenguaje común por alguna “estupidez”.  Son esas estupideces detrás de las cuales andamos perdiendo un montón de tiempo cuando aún no nos hemos negado a nosotros mismos, ni aceptamos cargar con ninguna cruz (El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mt 16,24): falta en nosotros una auténtica conversión.

En cambio tener un “corazón de carne” es vibrar con el otro, sentir con el otro, comprenderlo, disculparlo, perdonarlo porque… no sabe lo que hace.  Lc 23.34

El Señor quiere darnos ese “corazón de carne” (Ez 11.19), un corazón semejante al de Jesús, un corazón que perdona siempre, aun a los enemigos (Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian  Lc 6.27), aun a los que nos hacen mal, a los que no nos quieren, a los que nos rechazan, a los que no nos aceptan…

Perdonar quiere decir quedar “libre de todo rencor, de todo resentimiento, de todo deseo de venganza”.  Sólo quien perdona es “verdaderamente libre”, porque perdonar es romper las cadenas que nos mantienen atados, nos oprimen y no nos dejan ser felices.

Muchas veces andamos por la vida tristes, angustiados y enfermos por falta de perdón.  Nuestro cuerpo y nuestra psiquis no pueden tolerar el peso de tantas cargas (resentimientos) y nos enfermamos de diversas maneras: física, psíquica y espiritualmente.  El perdón no sólo nos hace libres, sino también nos hace “sanos”.

La persona que perdona se llena de ”luz” porque en ella resplandece la luz del Espíritu Santo que nos hace santos y de Jesús que nos llama a ser luz del mundo(Ustedes son la luz del mundo. Mt 5.14).

Ofrecemos a continuación una reflexión, como ejemplo, que puede ayudarnos en nuestro proceso de sanación interior y de perdón.

Es conveniente hacerla en un lugar silencioso y a solas, como nos dice Jesús: Cuando ores ve a tu habitación, cierra la puerta y ora en lo secreto y tu Padre que ve en lo secreto te escuchará.  Mt 6.6

REFLEXIÓN:
· Repaso mi historia personal.  Descubro, con la ayuda del Señor y la luz del Espíritu Santo, esas heridas que me marcaron a lo largo de mi vida: en mi infancia, aún antes de nacer, en mi adolescencia, en mi juventud, en mi edad adulta…  Les pongo nombre a cada una.
· Se las entrego a Jesús y le pido que me sane: “SEÑOR, SI TU QUIERES, PUDES SANARME”.
· Siento en mi corazón que Él me dice: SÍ, QUIERO, QUEDA SANO.
· Nombro a las personas que me causaron esas heridas (tal vez mis padres, mis hermanos, una maestra, una persona a la que amé, etc…).  trato de “perdonar” con “el mismo perdón que perdona Jesús”.  Lo pido pues solo no puedo, pero con Él todo se hace posible. Veo delante de mí a la persona que más daño me ha hecho e la vida.  La miro a los ojos; trato de verla con la MISMA MIRADA DE JESÚS y le digo: “YO TE PERDONO Y TE AMO CON EL AMOR DE JESÚS”.
· La abrazo y siento su calor y su amor, siento que la “Sangre de Jesús” se derrama sobre ella y sobre mí y me limpia, me sana, me libera…
· Me siento otra persona, “me siento libre, me siento en paz”.
· Le doy gracias a Jesús por esa liberación.
· Hago una oración con mis palabras (puede ser una oración de perdón, de acción de gracias, de alabanza…).  Si quiero puedo escribirla.

Esta reflexión es sólo un ejemplo de lo que se debería hacer.  La oración de petición puede ser espontánea.  Lo importante es manifestarle al Señor el deseo de querer perdonar y la impotencia que uno siente cuando lo intenta hacer por su cuenta y le es imposible alcanzar el auténtico perdón.

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